Los fantasmas, los cuchillos, las culebras, etc.
Dibujos de 1986 – 1988
Por Carlos Arias
Profesor del departamento de Artes Plásticas UDLAP
28 de agosto de 2008
Por Carlos Arias
Profesor del departamento de Artes Plásticas UDLAP
28 de agosto de 2008
Estudié Artes plásticas en Chile y, aunque viví antes el exilio en
México, las raíces conceptuales de un cierto modo de pensar y de operar en mi
obra proviene del sur, un sur europeizado, un sur desoyente –los chilenos
pensaban que había llegado a la perfección democrática en su imaginario
europeizado– un sur rebelde.
En la obra se ve al ser que siempre está en el borde de algo o saliendo de ese borde. Quizás esto sucede por ser la obra y el constructo humano que la conforma un ser perteneciente a una posmodernidad huérfana de metrópoli, que habita en esos espacios perdidos de la modernidad, en esencia desfasados como en muchos artistas que sufrimos en el fin de la vanguardia, la guerra fría y el enfrentamiento de una avasalladora y depredadora globalización a la cual tememos por nuestro origen regionalizado, parcelado y pertinente a una cultura particular.
La influencia del barroco mesoamericano es profunda en mi trabajo; la tensión de la forma, los retruécanos de sus construcciones, su sentido pop, la idea de la “cita histórica”, cierta atemporalidad estilística creo, provienen de este estilo –deriva que es el barroco-. Comprometido profundamente con lo sociopolítico pero contradictorio en sus estamentos ideológicos el barro trabaja exuberancia en territorios de escases.
Son obras de un periodo difícil: los últimos golpes del monstro descarriado de la dictadura; de una crueldad pocas veces vista en la historia. Esas imágenes me acompañaban en mis reflexiones y también en mis vivencias y sentimientos de universitario. Parten desde lo intimo y muestran el cuerpo deseante y sexuado así como el fragmentado, herido y esperanzado. Cuerpos de materia fluida o piedra de la Cordillera de los Andes. Desfasados, juguetones, trasfigurados, desdoblados.
Carlos Arias
Agosto 2008
En la obra se ve al ser que siempre está en el borde de algo o saliendo de ese borde. Quizás esto sucede por ser la obra y el constructo humano que la conforma un ser perteneciente a una posmodernidad huérfana de metrópoli, que habita en esos espacios perdidos de la modernidad, en esencia desfasados como en muchos artistas que sufrimos en el fin de la vanguardia, la guerra fría y el enfrentamiento de una avasalladora y depredadora globalización a la cual tememos por nuestro origen regionalizado, parcelado y pertinente a una cultura particular.
La influencia del barroco mesoamericano es profunda en mi trabajo; la tensión de la forma, los retruécanos de sus construcciones, su sentido pop, la idea de la “cita histórica”, cierta atemporalidad estilística creo, provienen de este estilo –deriva que es el barroco-. Comprometido profundamente con lo sociopolítico pero contradictorio en sus estamentos ideológicos el barro trabaja exuberancia en territorios de escases.
Son obras de un periodo difícil: los últimos golpes del monstro descarriado de la dictadura; de una crueldad pocas veces vista en la historia. Esas imágenes me acompañaban en mis reflexiones y también en mis vivencias y sentimientos de universitario. Parten desde lo intimo y muestran el cuerpo deseante y sexuado así como el fragmentado, herido y esperanzado. Cuerpos de materia fluida o piedra de la Cordillera de los Andes. Desfasados, juguetones, trasfigurados, desdoblados.
Carlos Arias
Agosto 2008